miércoles, 15 de octubre de 2008

Tres hermanos

Estos hechos acontecieron hace algunos años en las cercanías de Bétera, un pueblo valenciano en el que antiguamente había un manicomio. En él se encontraban personas enfermas de distintos males psíquicos (trastornos en la personalidad, psicosis, paranoias,...) pero uno de sus pabellones estaba destinado en exclusiva a criminales ya que los jueces en alguno casos habían decidido que era mejor que dichos criminales entrasen en una institución donde podían tratar sus problemas mentales antes que en la cárcel donde seguramente lo único que se conseguiría es agravarlos.
A unos quince kilómetros del psiquiátrico vivían los hermanos garcía. Eran tres hermanos que se dedicaban al cuidado de unas pequeñas tierras que habían heredado de sus antepasados, los cuales siempre habían vivido por la zona.

Juan, que así se llamaba el menor de los hermanos siempre iba acompañado de su fiel perra Laika, que era un pastor alemán precioso que se habían encontrado perdida por una carretera cercana.

Los tres hermanos compartían una humilde casa de labradores con una sola habitación en la que habían colocado tres literas, un minúsculo aseo y una cocina de leña, típica de las zonas rurales. El poco tiempo libre del que disponían, pues como de todos es sabido a las labores del campo hay que dedicarles muchas horas, lo pasaban en un pequeño comedor en el centro de la vivienda jugando a las cartas o escuchando un viejo transistor que tenían sobre la repisa de la chimenea.

Una tarde de otoño después de haber pasado todo el día en el campo se dispusieron a volver a casa y cocinar unas patatas con un poco de carne que habían comprado hace unos días en el pueblo. Una vez en casa mientras pedro preparaba la cena para Juan y para Román que era el mayor de los hermanos, escucharon por la radio que Ricardo Ruiz Pérez se había fugado del psiquiátrico de bétera y que podía andar por los alrededores.

Ricardo Ruiz era un peligroso psicópata, al cual encerraron por el asesinato y violación de cinco menores. Tardaron varios meses en descubrir los hechos pues él solía descuartizar a sus víctimas y echárselas de comer a una jauría de perros que tenía en una finca de Murcia. Los asesinatos de Ricardo fueron muy seguidos por el pueblo español ya que entre sus víctimas se encontraban tres hermanas de una misma familia y esto conmocionó a la opinión publica.

Los tres hermanos se sintieron angustiados por la noticia ya que ellos como el resto de españoles habían seguido las fechorías de Ricardo. Durante la cena el tema de tertulia fue el recuerdo de los asesinatos y la poca seguridad que había en el psiquiátrico, ya que era incomprensible que se hubiese podido escapar un asesino como éste.

Sobre las diez de la noche se prepararon todos para ir a dormir. En la habitación Pedro dormía en la litera superior, Román en la del centro y Juan en la de abajo. Debajo de la litera de Juan dormía Laika, a la que le encantaba que Juan por las noches antes de dormir le rascase el lomo y ella como muestra de cariño le lamía siempre la mano.

Media hora más tarde estaban ya todos acostados y prácticamente dormidos por el cansancio acumulado del día anterior. Pasaron las horas y de repente algo sobresaltó a Juan, había escuchado como el chirriar de la puerta, se mantuvo expectante durante unos segundos y luego introdujo su mano debajo de la cama para acariciar a su fiel amiga, ésta se lo agradeció como de costumbre, con unos lametones en la mano, esto tranquilizó a Juan ya que si alguien intentase entrar en la casa ella sería la primera en darse cuenta y se volvió a dormir profundamente.

Pasaron las horas y por la ventana del cuarto comenzaban a entrar los primeros rayos de luz a la diminuta estancia. Pero más que la luz del sol lo que despertó a Juan fueron unas pequeñas gotas que caían sobre su rostro. abrió poco a poco los ojos mientras se llevaba las manos al rostro donde notaba que caían las gotas y noto que tenían un tacto espeso, cuando finalmente abrió los ojos vio que esas gotas procedían del colchón de Román y que ese color rojizo que desprendían sólo podía ser sangre.

Se levantó de un salto de la cama y miró a su hermano Román, se quedó paralizado de terror, estaba amordazado y con una infinidad de cuchilladas en su cuerpo y sobre él también caían gotas de sangre provenientes del colchón superior donde un cuchillo atravesaba el cuello de su hermano pedro.

Juan, incrédulo ante la barbarie que estaba presenciando, se arrodilló en el suelo llorando y allí pudo encontrar a su querida perra Laika con el morro atado y abierta en canal y entre las patas de esta una nota ensangrentada donde se podía leer "los locos tambiÉn sabemos lamer".

Juan, aterrado, notificó los hechos a la policía diciendo que Ricardo Ruiz había asesinado a sus hermanos y a su perra, pero la policía no le creyó.

Juan fue acusado del asesinato de sus hermanos en un desdoblamiento de personalidad y encerrado durante veinte años en el psiquiátrico de Bétera, donde pudo averiguar que Ricardo había sido detenido dos horas después de su fuga en una carretera con dirección a Barcelona.

1 comentario:

In Sunder dijo...

Esta historia se asemeja mucho a una que leí en otro blog, aquí la dejo: (EL RELATO DE LA DESGRACIADA HISTORIA DE UNA NIÑA DE NUEVE AÑOS Y SU PERRO, Y EL ESCALOFRIANTE SUCESO QUE LA LLEVÓ AL MANICOMIO)

La citada historia le sucedió a una niña de 9 años, hija única de padres de gran influencia en la política local; esta niña tenía todo lo que hubiese querido y deseado una niña normal con buena educación, pero con una soledad incomparable. Sus padres solían salir a fiestas de caridad y reuniones del ámbito político, y la dejaban sola. Todo cambió cuando le compraron un cachorro de raza grande (para que cuidase a la niña cuando creciera). Pasaron los años y la niña y el perro se volvieron inseparables. Una noche como cualquier otra, los padres fueron a despedirse de la niña; el perro, ya acostumbrado a dormir con ella se postraba debajo de la cama. Los padres se fueron y pronto la niña se sumió en un sueño profundo. Aproximadamente a las 2:30 de la madrugada, un fuerte ruido la despertó, era un sonido como de rasguños leves y luego más fuertes. Entonces, temerosa, la niña bajó la mano para que el perro la lamiese (era como un código entre ella y el perro). Así lo hizo el perro, y entonces ella se tranquilizó y durmió de nuevo. Cuando despertó por la mañana descubrió algo espantonso: en el espejo del tocador había algo escrito en letras rojas. Cuando se acercó, vio que era un rastro de sangre que decía así: "NO SÓLO LOS PERROS LAMEN". Entonces dio un grito de terror al ver a su perro crucificado en el suelo de su habitación. Se dice que cuando los padres la encontraron ella no hablaba de otra cosa más que de "¿quién me lamió?" y decía el nombre de su perro. Se volvió loca y hasta la fecha está en un manicomio y sus padres, tratando de olvidar lo que hallaron en el cuarto y a su hija, se fueron al extranjero. Y la incógnita más grande es: según los que fueron a investigar al cuarto de la niña, el perro ya estaba muerto, es decir, crucificado en el suelo, desde hacía horas. ¿QUIÉN O QUÉ LE LAMIÓ LA MANO A LA NIÑA DEBAJO DE LA CAMA?